La Navidad de los hospitales

EL PAÍS: “A fuerza de mucho tirar de ti misma. Horas y mucha fuerza de voluntad de las plantillas”. Así resume la especialista en Medicina Interna Ana Villa la situación diaria en su hospital, el de Torrejón de Ardoz, en Madrid. Allí llegó el primer paciente de covid a finales de febrero, allí comenzó un tsunami que llegó a acumular 16.174 enfermos en los centros de la región. Ahora, con 1.488, la situación es distinta: la presión de la primavera no existe pero sí la tensión y la suma de trabajo y cansancio que dejaron aquellos meses y que apenas les permitió respirar un mes durante el verano. El 26 de julio comenzó la segunda ola en Madrid. Desde entonces se enfrentan al virus, a la atención del resto de patologías y a la recuperación de la actividad atrasada con la vista puesta en la Navidad y con una curva que frenó su descenso hace ya casi 14 días.


Madrid alcanzó el pico de la segunda a finales de septiembre, con 3.738 pacientes ingresados, a partir de ahí este centro, como el resto de la región, mantuvo una bajada lenta pero bastante estable hasta el 6 de diciembre, cuando se produjo una reversión, leve, de esa tendencia de bajada. Desde entonces no han parado de subir. En esta segunda ola, en Torrejón han tratado a 505 enfermos de covid y 79 han tenido que ingresar en sus unidades de cuidados intensivos, el lugar que sigue marcando el paso al resto del hospital: de su ocupación depende que los centros puedan seguir manteniendo la actividad normal. Madrid, con 298 críticos este lunes, está al 66% en sus UCI médicas, las camas estructurales que tiene para atender a los enfermos más graves. “Las plantas son otra cosa”, apunta la internista, “vuelve a haber gente en los pasillos”.
 

Intentan “normalizar”: “Pero del todo no se puede, por ejemplo ahora hay horario de visitas, de lunes a viernes de 11.00 a 13.00, excepto los dependientes o más graves, ahí hay mayor flexibilidad, no se puede perder la humanidad”. Parte de esa vuelta a la rutina prepandémica son también las otras patologías: “Es lo que queremos, que no desaparezcan de nuevo. Hay que convivir con todo y no es fácil”. Villa trata insuficiencias cardiacas, y junto a los problemas cardiovasculares y lo oncológico no diagnosticado, cree que es donde más influyó la llegada de la covid: “Estamos diagnosticando tumores que en otro momento se hubiesen visto antes”.

Actividad atrasada

Solo entre marzo y agosto, según datos de la Comunidad de Madrid, los hospitales de la región dejaron de practicar 93.001 operaciones y 1.979.323 consultas. En Torrejón, las consultas se mantuvieron al 50% de forma presencial y al 50% vía telemática; en pruebas diagnósticas la actividad se redujo al 50%; y en cirugía quedó lo oncológico y lo preferente. Todo se va recuperando de forma gradual.

  • Dvd931(11/01/19)Intervención quirurgica del doctor Manuel López Santamaría acompañado de su equipo en el Hospital Universitario La Paz , Madrid Foto: Víctor Sainz
    Los hospitales de Madrid dejaron de practicar 93.001 operaciones entre marzo y agosto
  • Personal médico en el área de consultas adaptadas a la pandemia de la covid-19 en el Hospital Clínico San Carlos, en Madrid.
    La primera ola de covid provocó la pérdida de 1.979.323 consultas entre marzo y agosto

En Neumología, Puerto Cano, una de sus especialistas, cuenta que el teléfono funciona para muchas cosas, pero no para todas: “Como cuando existe barrera idiomática o necesitas ver físicamente a un enfermo”. A pesar de los obstáculos, la mayoría de los que ella trata se mantienen estables —“puede tener que ver con haber estado aislados, sin otros virus ni polución”—, excepto los que sufren problemas de sueño, que “se han acrecentado”. De cara al invierno prevén que haya menos incidencia de otros virus como la gripe, algo que ya está ocurriendo, por la protección y la higiene que ha supuesto la covid: “Pero por muy bien que vaya, queda mucho para recuperar lo perdido”.

A unos cuantos pasillos del área de la neumóloga está Enrique Esteban, cirujano digestivo, que cuenta que “ahora no se han suspendido apenas cirugías”, aunque sí tienen que hacer “algunos malabarismos con las complejas, en las que es previsible el uso de UCI”. Donde más afecta es a lo urgente: “A veces hay que hacer auténticos Tetrix para colocar a los pacientes, ocasionalmente hay traslados, pero es anecdótico. Aunque no nos relajamos, mientras haya presión en UCI, la situación no es buena”.

La situación de esa área en Torrejón es de menor presión que en otros de la región, con cinco de sus 16 camas para pacientes de coronavirus y otros siete críticos de otras patologías. La preocupación es que eso vuelva a desbordarse: “Lo que más miedo da es no tener los medios para tratar a los pacientes”. Esta, dice, “es una generación que no estaba preparada para esto, para, de repente, no tener suficientes recursos. Eso te destroza”. También la pérdida de “la parte humana”, el aislamiento: “Imagina un postoperatorio de un cáncer, solo, en una habitación”.

Esta es una generación que no estaba preparada para esto, para, de repente, no tener suficientes recursos. Eso te destroza

Enrique Esteban, cirujano digestivo

La soledad es también la palabra que se la atraganta al celador Luis Domínguez: “Es lo que más impacta, la gente mala, malísima, muriéndose. Y sola”. El matrón Samuel García también habla de ello porque este centro, con un reconocido programa de parto respetado, se vio obligado a cerrar esa unidad durante 10 días en primavera y desde entonces hay cosas que no se han recuperado: “La humanidad se complica con mascarilla, guantes, gafas y pantallas. Un parto implica mucho contacto físico y algo aparentemente tan sencillo como dar la mano se pierde”.

Más trabajo y menos tiempo

Domínguez, el celador, asegura que eso y el resto de consecuencias que ha acarreado el virus lo han cambiado todo: “En todo se tarda más. Si antes se hacían tres operaciones de vesícula en dos horas, ahora se hace una”. También alude a ello la neumóloga Puerto Cano: “Hay más pruebas pendientes y menos tiempo en las agendas, es necesario espaciar las consultas para evitar aglomeraciones y desinfectar las salas cada vez que sale un paciente”.

En Torrejón tienen una planta exclusivamente para covid, para mantener libre de virus al resto del centro, y una de transición: “Donde ingresan los enfermos alrededor de 24 horas a la espera de la PCR para ver dónde tienen que quedarse, en esa planta todos están aislados, no puedes arriesgarte, así que todo es covid hasta que se demuestre lo contrario”, explica la internista Ana Villa. Además, cuentan con una Unidad de Hospitalización a Domicilio, en los que ahora hay siete pacientes, que les resta presión: “En casa pueden quedarse con seguimiento aquellos enfermos más leves y eso nos alivia mucha planta”.

Pilar Urios, enfermera de cirugía y parte de la unidad de mama, habla de algo más que cansancio: “Es frustración, los aplausos fueron emotivos, pero después viene la vida, la normal, y necesitamos más que aplausos”.
Pilar Urios, enfermera de cirugía y parte de la unidad de mama, habla de algo más que cansancio: “Es frustración, los aplausos fueron emotivos, pero después viene la vida, la normal, y necesitamos más que aplausos”.Andrea Comas

Esta separación de espacios es parte de los planes de elasticidad que los hospitales redactaron cuando acabó lo peor de la crisis como protocolo preventivo de cara a una segunda ola. En Torrejón se activó la segunda semana de septiembre y ponerlo en marcha implica una carga de trabajo añadida a una plantilla agotada, física y emocionalmente. Pilar Urios, enfermera de cirugía y parte de la unidad de mama, dice que no solo es cansancio: “Es frustración, los aplausos fueron emotivos, pero después viene la vida, la normal, y necesitamos más que aplausos”. Recursos dentro y concienciación fuera, para “no volver a verle la cara al virus como se la vimos”.

El cáncer, dice mientras se seca un par de lágrimas que intenta evitar, es ya de por sí complicado: “Sufrirlo en mitad de una pandemia es todavía peor. Ningún paciente debe sentirse desamparado y tenemos que hacer muchísimos esfuerzos por transmitirles tranquilidad y seguridad en nuestros circuitos”. La gestión de la parte emocional tampoco les está siendo fácil, la de sus pacientes y la suya propia: “No podemos vivir con miedo, pero sí con las medidas necesarias para evitar contagiarnos. Aquí podemos cuidar, curar, acompañar, pero donde se va a salvar esta guerra es en la calle”.

Elena González, médica de UCI: "Es mejor no comprar papeletas para acabar aquí"

 

Hubo muchas cosas que el virus dejó en una especie de limbo en los hospitales, pero nunca lo oncológico ni lo preferente. Ahí, dice el cirujano Enrique Esteban, la situación fue y seguirá siendo la misma: “Eso jamás puede quedarse atrás”. Para recuperar el resto, habrá que esperar. Madrid tenía en noviembre 75.570 pacientes en lista de espera quirúrgica y 276.381 para primera consulta, unas cifras derivadas de la pandemia que infraestiman la realidad porque, en febrero —último mes del que hay cifras hasta que vuelven a darse en junio— los pacientes que esperaban a ser operados eran apenas 4.000 más (78.171) y había casi el doble de enfermos esperando una primera consulta, 453.117. En Torrejón, dice Esteban, “cualquier retraso se nota”: “Tenemos un estándar muy alto, de espera corta, y todo suele ir muy rápido”.

Pero toda su infraestructura se ve marcada por la situación de su unidad de críticos, de cuya ocupación depende el alivio de otras zonas que son la base de la actividad rutinaria: quirófanos, unidades de recuperación postanestésica (URPA) y unidades de reanimación. En Torrejón tienen ahora cinco plazas de UCI ocupadas por covid, de las 16 habituales, y siete críticos de otras patologías. “Los pacientes llegan mejor en esta segunda ola, y van mejor, pero el miedo a volver a quedarnos sin camas es real y diario”, dice Elena González, intensivista en este hospital. “Y tiene que haber camas también para el resto de pacientes, tenemos que convivir con el virus. Hasta que no desaparezca, es mejor no comprar papeletas para acabar aquí”, concluye.