No renunciemos a la política

PÚBLICO: Más de cinco semanas de confinamiento dan para mucho. Camino de superar el shock del encierro, de mantener una rutina diaria y adaptándonos ya a esta nueva situación, llega el momento de plantearse el mañana.


Dentro de un tiempo, este país y sus gentes volverán a recobrar el pulso, saldremos lentamente del letargo y recuperaremos la rutina, esa vida que se detuvo entre cuatro paredes el 14 de marzo. Ya nada volverá a ser igual. Ha llegado el momento de las preguntas y de la búsqueda de respuestas.

Como ocurre con   nuestras hijas e hijos, cuando finalice este encierro, los deberes tendrán que hacerse por unos y otros, la responsabilidad es de todas y todos.  En los próximos meses estarán en juego muchas cosas que afectarán a nuestra vida cotidiana y que dibujarán el futuro, un futuro que se vislumbra incierto. Esta pandemia nos ha mostrado nuestro lado más vulnerable y ha venido a recordarnos que la vida es lo más importante y que con la salud no se juega.

En los meses venideros necesitaremos que perdure el sentimiento de comunidad, de solidaridad, de esperanza y de optimismo. Si estamos venciendo al virus unidos la unidad será necesaria para construir un futuro mejor. La ciudadanía hoy necesita aparcar el miedo, tener certidumbres, por eso no estaría mal que ahora y en los próximos meses   cerremos filas con quienes están manejando esta situación de crisis,   Como expresó el juez Seoane en un auto reciente: "en estas situaciones calamitosas es necesaria la unidad de dirección y que tras el que dirige hemos de situarnos todos sin reservas …". Tomen nota señores de la ultraderecha y derecha de este país, o simplemente imiten a la oposición de nuestros países vecinos. Ahora toca demostrar altura política, pero sobre todo generosidad, todos y todas deberán ceder buscando el bien general. Tiempo habrá de analizar los errores y de pedir responsabilidades.

La comunidad, la ciudadanía, se enfrenta a un gran desafío económico, político y social y está en nuestras manos cambiar el rumbo que nos ha llevado al individualismo, al consumo desaforado, a rendirnos al mercado. En definitiva, hemos abrazado el neoliberalismo sin medir las consecuencias a pesar de los ejemplos de otros países - como es el caso de EE.UU.- con casi 30 millones de personas sin cobertura sanitaria y con una red social y sanitaria pública que parece incapaz de responder frente a esta pandemia en la que ya se superan los setecientos mil contagiados. Aún estamos a tiempo de repensar otra manera de vivir, de construir una sociedad más solidaria donde se recuperen los valores que se han ido quedando en el camino.

Aprovechemos la debilidad, aunque solo sea aparente y oportunista, de los amantes del libre mercado que ahora imploran ayuda al Estado para decirles que se sumen a lo que aplaude la ciudadanía cada día, una sociedad que se ha dado cuenta de que en las grandes crisis la solución son sistemas públicos fuertes y tutelados por el Estado.

Si algo ha dejado claro esta pandemia es que los países con una sanidad pública fuerte- tenemos el caso de Alemania con un 9,43% del PIB- han sido capaces de hacer frente a esta epidemia de manera más solvente. También dentro de nuestro país se ha visto como aquellas comunidades con mayores recortes en sanidad, el caso de Madrid, Galicia o Cataluña, donde el porcentaje dedicado a los conciertos con la privada es el más alto de España, la respuesta sanitaria ha sido más precaria: falta de camas, urgencias colapsadas, personal escaso, etc. Con toda seguridad intervienen otros factores, aunque más como contribuyentes que como determinantes.

Es el momento de que el aplauso diario se convierta en la fuerza motora que consolide y fortalezca no sólo la sanidad pública sino también el cambio en la gestión de las residencias de mayores. Ahora se presenta la oportunidad de repensar un modelo diferente. Nuevamente la pandemia ha evidenciado cómo la escasez de personal, la falta de medios de protección y la dependencia de la asistencia médica privada en la mayoría de ellas han hecho más vulnerables a los mayores y ha puesto en cuestión un modelo socio-sanitario irreal. Dejemos atrás las residencias como almacenes de personas mayores, mejoremos su entorno y la atención sanitaria. Tratemos de replicar lo que dejaron atrás, lo más parecido a un hogar, una familia, que no vivan sus últimos años como un abandono. Ellos y ellas se han sacrificado hasta el final para mejorar nuestras vidas Y es lo menos que podemos devolverles, una vejez digna y acompañada. Ahora se presenta la oportunidad de repensar un modelo nuevo, diferente.

Nuestro país es único improvisando, pero ahora nos jugamos mucho y a veces la improvisación juega malas pasadas.  Los cambios que se avecinan requieren una planificación que ya debería haber comenzado. Una planificación que va más allá de gestionar los plazos y la forma de volver a la rutina de la población confinada. El contexto será muy diferente y obligará a repensar un nuevo modelo, sobre todo social y sanitario, el actual está agotado. Urgen cambios estructurales en los que la Atención Primaria y la salud pública tengan más protagonismo, trabajar en la promoción y prevención de la salud, extender la atención domiciliaria y reducir el actual hospitalocentrismo entre otros.  Estos cambios son posibles es cuestión de dar el primer paso. Y sobre todo no escuchemos los cantos de sirena de la colaboración público-privada, hemos visto la respuesta a la pandemia de algunos de ellos: ERTES, despidos y vacaciones, y paralelamente sus peticiones de ayuda al Gobierno a pesar de haber tenido ingresos millonarios en años anteriores; es cierto que como otras empresas están en su derecho de solicitar ayudas, lo grave es -conociendo lo poco útiles de las inspecciones y auditorías, es decir, del control, por parte de la Administración - con qué facilidad se pactan precios -el caso de Cataluña- por asistencia a pacientes de COVID-19 (43.000€ por estancia en UCI o 93€ por test. Es decir, por delante, siempre el dinero. Mientras, los profesionales de la pública, doblan turnos, trabajan con escasos medios de protección y, de momento, les pagamos con aplausos. A la vista de lo que está ocurriendo se imponen más inversión en políticas públicas como garantía de vida, pero también un control del uso de los recursos como un elemento más de la sostenibilidad del Sistema Sanitario

La mejor forma de ayudar a la recuperación de los y las profesionales y del sistema sanitario en su conjunto es salir del confinamiento con grandes dosis de paciencia, tolerancia, generosidad y, sobre todo, confianza, porque nos espera un sistema sanitario debilitado con   mayores listas de espera quirúrgicas, de consultas y de pruebas diagnósticas y unos profesionales agotados, estresados y con necesidad de recuperarse, así que, paciencia y generosidad. La fuerza y unión de la comunidad serán más necesarias que nunca.   Fuertes y unidos es más fácil comprometerse en los asuntos públicos, no renunciar a la política, sino, como profetizó Toni Judt, estaremos abandonando a nuestra sociedad a los funcionarios más mediocres y venales.

FIRMANTES DEL BLOG

  • Isabel González. Médico radiólogo. Fue jefa de servicio y profesora asociada de radiología en la Universidad Miguel Hernández de Elche así como Directora Gral. de la Alta Inspección y gerente de los departamentos de salud de San Juan de Alicante y La Ribera (Alzira)
  • Carmen Montón es embajadora observadora permanente ante la Organización de los Estados Americanos y ha sido Ministra de Sanidad, consumo y bienestar social y Consellera de Sanidad.
  • Ricardo Campos. Médico Oftalmólogo. Ha sido Secretario General del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y subsecretario autonómico de sanidad.
  • Rafael Sotoca. Médico de familia y activista sanitario. Fue director general de asistencia sanitaria de la Comunidad Valenciana.
  • Begoña Frades García. Psiquiatra y jefa del área de salud mental del Hospital Pare Jofre. Ha sido coordinadora autonómica de salud mental.
  • José Antonio López Cócera es enfermero especialista en salud mental y miembro de la comisión nacional de la especialidad.
  • Enrique Ortega. Médico especialista en enfermedades infecciosas y jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas, Emergentes e Importadas. Ha sido profesor asociado de de medicina de la Universidad de Valencia y Director Gerente del Departamento de Salud Hospital General de Valencia
  • Ana Boned Ombuena. Técnico Superior de Salud Pública de la Consellería de Sanitat Valenciana. Máster en salud pública por la U. de Harvard y especialista en medicina familiar y comunitaria.
  • Antonia García Valls. Asesora coordinadora en la Vicepresidencia Cuarta, Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Ha sido diputada en el congreso de los diputados.
  • Pere Herrera de Pablo. Medico de familia y médico SAMU. Ha ejercido como director del Servicio Emergencias Sanitarias de la Comunitat Valenciana.
  • Roser Falip Barangué. Doctora en Medicina y especialista en medicina de familia y en análisis clínicos. Ha sido gerente del departamento de salud de Alcoy.
  • Aurelio Duque Valencia. Médico de Familia y Comunitaria y representante sindical. Ha sido presidente de la Sociedad Científica de Medicina Familiar en la Comunitat Valenciana.
  • Verónica Montón Alegre. Artista interdisciplinar. Ilustradora del Blog Coronavirus en positivo.
  • Juan Domene. Médico Inspector en el servicio de calidad asistencial y seguridad del paciente. Ha sido gerente del departamento de salud Arnau de VilanovaLliria.


 

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