La "muerte" del teléfono móvil y una humanidad más cibernética protagonizan el "Salud On Me"

Acta Sanitaria: La previsible “muerte” del teléfono móvil, en beneficio de nuevas tecnologías más avanzadas, y una humanidad cada día más cibernética, han protagonizado el encuentro ‘Salud On Me‘, patrocinado por la compañía farmacéutica Novartis.


Salud On Me se desarrolló en el auditorio de la Escuela Universitaria de Diseño, Innovación y Tecnología (ESNE) y tuvo el apoyo institucional del responsable de la Subdirección General de Innovación y Arquitectura Tecnológica de la Comunidad de Madrid, David Llera.

Salud y vida en transformación

Tal como explicó el organizador de esta experiencia, Ángel Ramírez, el encuentro fue la expresión de un movimiento de difusión de ideas destinadas a la transformación del mundo de la salud, desde la innovación, el diseño, la tecnología y, especialmente, la comunicación. En un evento dirigido al sector sanitario y todos sus protagonistas, es decir, los pacientes, los investigadores, las empresas, los estudiantes de Medicina y los profesionales sanitarios.

Se trata de una iniciativa que la directora de Comunicación Corporativa y Relaciones con Pacientes del Grupo Novartis, Montserrat Tarrés, afirmó que sirvió para dejar patente la importancia que da su compañía a las nuevas formas de aportar valor a la comunicación eficaz canalizada en entornos digitales idóneos para la salud.

Durante el encuentro, el ingeniero Javier Martínez Monzó y el chef Quique Barella hicieron una demostración de impresión de alimentos en 3-D que, afortunadamente, no incluyó la degustación por parte del público, aunque sí resultó muy interesante por su potencial futuro.

Nomofobia y adiós al móvil

La especialista en inteligencia artificial Nuria Oliver explicó, en la primera ponencia, que los humanos pasaremos de sufrir nomofobia, entendida como el pavor a perder el móvil o a no encontrarlo, a desechar este instrumento de comunicación en beneficio de otros todavía más inteligentes y apegados al cuerpo.

Esa afirmación tan contundente permitió a la ponente hablar de termómetros tatuaje para cifrar el calor corporal y chips comestibles para conocer la temperatura del interior del organismo. Además de microdispositivos realizados con tinta conductiva, tolerante con la piel humana, que entroncó con el universo de aparatos wearables que nos invaden.

El resto de su presentación fue una sucesión de creaciones tecnológicas puestas al servicio de la salud, como las cámaras que graban y repiten las secuencias del día a los pacientes con Alzheimer para retrasar su deterioro cognitivo; los laboratorios en un chip para hacer análisis clínicos; las lentes de contacto Sensimed para combatir el glaucoma; los chips para detectar el sida en países de rentas bajas; y las prótesis neuronales, como brazos o piernas, que pueden ser controladas por el cerebro incluso a distancia, cuando no están colocadas en el cuerpo.

Genomas por un dólar

Seguidamente, la ponente se detuvo un minuto en la genómica, en la que la secuenciación de cada genoma sólo cuesta 1.000 dólares actualmente, y podría costar sólo un dólar en poco tiempo.

Oliver también explicó otros ejemplos disruptivos como los accesorios que permiten dar besos a través de dos móviles, con lengüetas, y otros dispositivos para dar cariñosos apretones de manos o chalecos para abrazar tiernamente a los niños en la distancia.

También afirmó la especialista en inteligencia artificial que existen narices artificiales que permiten detectar venenos y tóxicos ambientales y usos del teléfono móvil, capacetes con sensores para pilotar drones con la mente y aplicaciones móviles que permiten detectar pandemias, como ocurrió en México con la gripe A.

Además de afirmar que todo ese mercado descrito tiene un potencial de 15 billones de dólares, Oliver estimó que el desafío hoy no es capturar datos, sino interpretarlos correctamente. Por eso, concluyó que es necesario tener una visión holística de todos los wearables posibles y aplicar criterio científico para evitar errores, además de usar la inteligencia artificial para establecer patrones a partir de ingentes datos no estructurados.

Cortar y pegar trozos del genoma

El segundo ponente fue el investigador del CSIC y el CIBERER del Instituro de Salud Carlos III, Lluis Montoliu. Su primera afirmación fue que los humanos tenemos 25.000 genes, que se pueden editar medicante un procesador de texto. Gracias a una tecnología (CRISPR) descubierta por el microbiólogo de la Universidad de Alicante Francis Mojica en las salinas de Santa Pola, según la cual, las secuencias genéticas repetidas en las bacterias a lo largo de miles de millones de años permiten afirmar que su sistema inmune es mucho más inteligente que el humano, porque permite a estos seres unicelulares transmitir por herencia su inmunización. Algo que no ocurre con los humanos que, aunque se vacunen, no pueden pasar a su descendencia esa protección contra las infecciones.

Como otra diferencia entre las bacterias y las personas, el científico precisó que aquellas sólo tienen tres millones de letras en su genoma, mientras que los seres humanos cuentan más de 3.000 millones de letras.

Estudiar el albinismo

Montoliu comentó igualmente que el 98 por ciento del genoma no es codificante, y que es en esa región donde se incluyen las instrucciones para el comportamiento de los genes. A lo que añadió que se pueden eliminar, corregir e insertar mutaciones para activar o inhibir un gen.

Seguidamente, el investigador habló de sus trabajos, actualmente dedicados al albinismo, una realidad genética con hasta 20 genes implicados que se considera ceguera legal y que impide conducir, además de prohibir tomar el sol. En ese punto, comentó el uso de células pluripotentes para inhibir o activar genes, además de utilizar ratones fluorescentes y avatares. Con el problema todavía no resuelto del mosaicismo, que ocurre cuando estos animales de laboratorio generan una pigmentación a manchas, por regeneración dispar de sus células.

Neuronas y sillas de ruedas

El investigador del Instituto Federal Suizo de Tecnología de Lausana (EPFL), el profesor José del R Millán, explicó adelantos como los gorros cerebrales que recogen impulsos eléctricos de grupos de neuronas, con la dificultad ya comentada de interpretar lo que se mide, ya que la mayor parte de la información obtenida es ruido.

Junto a lo anterior, consideró que debe haber feed back en todas las interacciones entre el hombre y la máquina, tanto en los casos de discapacidad como en los de cognición normal. Como ejemplo de ello, analizó el Cybathlon de Suiza, una prueba deportiva para personas con discapacidad en la que hubo un notable éxito de la participación española.

El investigador también comentó ejemplos de sillas de ruedas manejadas con la actividad cerebral, experiencias de telepresencias y activación de nervios periféricos en rehabilitación muscular. Con aportación de otros avances como el sistema Neglect, que permite mejorar la visión del hemicampo afectado por un ictus.

Entre la superación y el coraje

El resto del Salud On Me incluyó la participación de la farmacéutica y bloguera Marián García, la paciente Maite Montón, y la psicóloga, y madre con un niño con enfermedad rara, Vanesa Pérez.

Mientras que la primera se convirtió en influencer respetada en el mundo de la salud, tras utilizar la prensa de sociedad como plataforma, la paciente con metástasis muy diversificadas en su cuerpo dio un gran ejemplo de vitalidad y la madre denunció la absoluta falta de recursos en la Comunidad de Madrid a la hora de abordar esas patologías poco frecuentes, capaces de hacer un daño nada común a las personas que las sufren y sus familias.

Muy lúdico el momento en que Maite puso a bailar a toda la concurrencia al ritmo del “resistiré” del Dúo Dinámico. ¡Brava, Maite!